Izquierda y derecha en la España de Isabel II
Los conceptos izquierda y derecha no
siempre han significado lo mismo. Como vimos en un anterior artículo, en las
Cortes de Cádiz la izquierda la representaban los liberales defensores de la
soberanía nacional, mientras que la derecha representaba la soberanía
compartida entre Rey y nación. Más adelante, con el surgimiento del socialismo,
la derecha pasó a defender el Estado liberal, mientras que la izquierda
defendió la revolución para dar paso a la dictadura del proletariado.
Con las primeras apariciones del Estado del Bienestar, ya se podían distinguir
una derecha y una izquierda que no defendían ni la reacción ni la revolución,
pero había otra derecha y otra izquierda que defendían sistemas totalitarios
(fascismo o comunismo). Ya en la democracia que conocemos hoy día, izquierda y
derecha ya no significa proponer sistemas políticos antepuestos, sino defender
unas determinadas políticas que se han de realizar dentro del sistema, ya sean
conservadoras o progresistas. Como podemos ver, izquierda y derecha han
defendido conceptos distintos durante el transcurso de la historia. En este artículo
nos centraremos en qué consistía la derecha y la izquierda durante el reinado
de Isabel II (1833-1868). Como veremos, no tienen nada que ver con la
definición que les podemos dar a estos dos conceptos en la actualidad.
En la derecha podemos identificar distintas
tendencias. En la derecha más extrema estarían los carlistas, que defendían el
sistema del Antiguo Régimen. Nunca aceptaron el Estado liberal y se decantaron
por las armas para imponer sus ideales. Dentro de la derecha que aceptaba el
Estado liberal, tendríamos las ideas que representaba el Partido Moderado,
si bien dentro de este partido podemos identificar tres tendencias: una
tendencia autoritaria que tenía postulados neoabsolutistas, cuyos máximos
exponentes serían el Marqués de Viluma y Bravo Murillo; una
tendencia moderada, que fue la que plasmó sus ideas en la Constitución de 1845,
defendida por el General Narváez y que era la mayoritaria en el partido;
y una tendencia puritana, favorable a la Constitución de 1837 y a la
alternancia en el poder con los progresistas. De esta tendencia puritana surgió
la Unión Liberal, a la cual también se unieron los progresistas más
moderados. En esta tendencia están diversos líderes como Ríos Rosas, Pacheco
y un joven Cánovas del Castillo. A grandes rasgos, la derecha liberal en
aquel momento defendía la soberanía compartida, dándole al Rey un gran poder en
el sistema político, priorizando el orden antes que la libertad, así como un sufragio
censitario bastante restrictivo. Defendían la síntesis entre lo antiguo y lo
moderno, de manera que su sistema era el idóneo porque era el “justo medio”.
En la izquierda se pueden distinguir dos tendencias.
La primera la representa el Partido Progresista, el cual nunca fue
llamado al Poder por Isabel II, lo cual hizo que este partido fuera
partidario, en algunos momentos, de la revolución para llegar al poder. Los
progresistas, si bien defendían la soberanía nacional, también defendían un
sufragio censitario (menos restrictivo que el de los moderados), disminuía el
Poder del Rey en el sistema político y defendían la desamortización
eclesiástica. Dentro de los progresistas también había ciertas tendencias: una
más proclive a colaborar con los moderados, liderados por Manuel Cortina
(los progresistas resellados de la Unión Liberal), otra que defendía los
valores progresistas ‘puros’, que no estaban dispuestos a participar en la Unión
Liberal, como Olózaga o un joven Sagasta; y otra más proclive
a instaurar un sistema democrático. Esta última creó en 1849 el Partido
Democráta, donde estuvieron los primeros republicanos que defendían el
sufragio universal y la libertad de cultos. Ellos mismos se denominaban “extrema
izquierda”. También defendían la Constitución de 1812, sirviendo de inspiración
para realizar más tarde la Constitución de 1869. Sus principales líderes fueron
José María Orense y Nicolás María Rivero. En este partido también
surgirían líderes como Castelar o Pi i Margall, así como los
primeros políticos con ideas socialistas.
Como podemos ver, en el reinado de Isabel
II existieron diversas tendencias dentro de la izquierda y de la derecha.
Fue un reinado donde el Partido Moderado ocupó de forma hegemónica el
poder, a excepción de los gobiernos de la Unión Liberal. Isabel II
jamás llamó al poder al Partido Progresista por propia voluntad, a pesar
de que en algún momento estuvo dispuesta a hacerlo, desconfiaba de la tendencia
del partido a la revolución, así que este partido se vio abocado a ocupar el
poder a través de formas no parlamentarias porque, en palabras de Salustiano
de Olózaga, los “obstáculos tradicionales” no les dejaban gobernar. Cuando
el sistema no dejó más poder que al Partido Moderado y a su tendencia
más derechista, la Unión Liberal también optó por la revolución. Ésta
tuvo éxito en 1868 con una coalición de unionistas, progresistas y demócratas,
lo que supuso el fin del reinado de Isabel II y el inicio del sexenio
democrático.
Comentarios
Publicar un comentario