Los hiperliderazgos centristas
Anteriormente
he escrito sobre los problemas que había tenido el centro político en España (aquí) y que
uno de sus problemas, su indefinición, ya existía hace 150 años (aquí). Este
problema que tiene el centro político nunca lo va a poder solucionar del todo,
ya que el pragmatismo es una de las cualidades que siempre estará presente en
el ADN centrista. Ahora bien, existe un hecho característico que ha sucedido
siempre en los partidos de centro en España y que no tiene nada que ver con su
ideología. Este hecho es que todos estos partidos siempre han tenido
hiperliderazgos, un hecho que explicaría que el partido, en palabras de
Panebianco, no se haya institucionalizado y su vida esté unida a su líder. Si
el líder toma una mala decisión, arrastraba a todo el partido. Esto es lo que
les ha ocurrido a los partidos de centro después de la transición (UCD, CDS,
UPyD, Cs). Pero si incluso nos vamos más atrás, este era un hecho constante
en todas las formaciones centristas. Vamos a verlo.
El primer
partido que podemos considerar de centro fue la Unión Liberal. Este
partido se creó por unión del ala más a la izquierda del Partido Moderado (los
puritanos) y del ala más a la derecha del Partido Progresista
y el partido tuvo un fuerte personalismo en el general O’Donnell, que
intentó atraer a hombres de otros partidos, pero sin garantizar una lealtad
ideológica[i]. Este partido tuvo un período de éxito
(estuvo en el gobierno de 1858 a 1863) y, si bien sobrevivió a su líder,
después de la muerte de O’Donnell
representó el ala derecha de la coalición revolucionaria de 1868 y más tarde se
disolvió.
Sin considerar al Partido
Liberal de Sagasta de centro, si
bien este partido tendría algunos elementos centristas como pragmatismo y
reformismo, el próximo partido que podríamos definir de centro en la historia
de España fue el Partido Reformista.
Fue un partido creado en 1912 por Melquíades
Álvarez y otros intelectuales de la época que se basaba en el apoyo de las
clases medias y era accidentalista en las formas de gobierno (no les importaba
una república o una monarquía, lo importante era si ésta era democrática). El
partido siempre estuvo unido a su líder y se transformó en un grupo de leales a
Melquíades Álvarez al que, en el mejor de los casos, pertenecían unas personalidades
de enorme prestigio profesional y político, pero que carecían de una base
orgánica potente, a excepción de la región asturiana, fuera de la cual no
existían apoyos sociales reformistas fuertes[ii]. Este partido también estuvo en activo en
la Segunda República con el nombre de Partido Republicano Liberal Demócrata, ocupando un pequeño espacio
de centro.
También en
la Segunda República hubo un partido que representó el centro político. Era el Partido Republicano Radical, liderado
por Alejandro Lerroux, que había
dejado a un lado sus orígenes anticlericales y revolucionarios para convertirse
en un reformista que apelaba a las clases medias e integrar a la derecha no
republicana en el régimen para estabilizar la República[iii]. Este
partido se convirtió en el partido de centro de la Segunda República llegando a
pactar, en el primer bienio con la izquierda, y en el segundo, con la derecha. Los
escándalos del estraperlo y el caso Tayà, unido a la salida de su
líder Lerroux como presidente del
gobierno y a la creciente polarización, acabaron hundiendo al partido en las
elecciones de 1936.
Como
vemos, tres de los partidos que representaban el centro político en momentos
diferentes de la historia tuvieron un elemento común: un hiperliderazgo. El
partido estaba hecho a imagen y semejanza del líder y contaba con muy poca base
social. Ante este hecho, uno se puede hacer la pregunta: ¿es posible en España
un partido de centro que no tenga una dependencia extrema del líder? Los casos
en otros países indican que sí, pero en España esto nunca ha ocurrido. Todos
los partidos de centro en España han tenido hiperliderazgos, ya sea en el siglo
XIX o en el XXI. Éste ha sido uno de los problemas que han tenido los partidos
de centro y, cuando un partido centrista deje de depender de su líder, será
cuando tenga más posibilidades de estabilizarse en el sistema de partidos
español.
[i] Martínez, F. Andreu (2001). Conservar progresando: la Unión
Liberal, 1856-1868. Valencia, Centro Francisco Tomás y Valiente
UNED Alzira-Valencia, Fundación Instituto de Historia Social.
[ii] Suárez, M. (1986). El reformismo en España: republicanos y reformistas bajo la monarquía de Alfonso XII. México, Siglo XXI.
[iii] Towson,
N. (2002). La República que no pudo ser. La política de centro en España. Madrid,
Taurus.
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